El sábado 27 de marzo de 2009 el diario La Nación, publicó un editorial titulado "Un fallo contra la soja". Se refiere al fallo de la Cámara de Apelaciones en la Civil y Comercial de Santa Fe, que dió lugar al amparo presentado por los vecinos, ordenando que no se fumigara a menos de 800 metros de las casa por vía terrestre, y a menos de 1500 metros por vía aérea.
El subtítulo del editorial es: "La prohibición de emplear el glifosato en una zona de Santa Fé carece de base científica y perjudica a los productores"
El editorial contiene muchas expresiones que faltan a la verdad, y no tiene en cuenta la insustentabilidad ambiental, social y económica del sistema transgénico de producción agraria. No digo que mienten, por que mentir es faltar a la verdad a sabiendas, lo que no me consta, pero es muy posible que los que escribieron el artículo también mientan.
En primer lugar el fallo de la Cámara tiene toda la base científica que necesita, y aplica el principio de precaución, sustentado en documentos internacionales y legislado en la ley 25.675, denominada Ley General del ambiente, que en su artículo 4º dice:
Principio precautorio: Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente.
Lo que el fallo de la Cámara dice es que hay numerosas investigaciones independientes que asocian a los agroquímicos a daños y riesgos a la salud, y que antes de seguir fumigándolos hay que demostrar que no lo producen esos daños. E invierte la carga de la prueba, ordenándole a la Provincia que lo demuestre, eximiendo a los vecinos de demostrar los daños padecidos, ya que no están en condiciones de hacerlo.
En segundo lugar, el fallo no es en contra de la fumigación con glifosato, sino de todas las fumigaciones. El glifosato no se fumiga como tal, sino en formulados que lo combinan con otras sustancias que potencian su toxicidad. Por lo que las categorizaciones toxicológicas del glifosato no tienen sentido. Tampoco lo tiene decir que el glifosato es inocuo, más allá de que esto no esté demostrado.
En tercer lugar, señala que la virtud del glifosato es destruir todas las malezas sin afectar la soja, el maíz y el algodón; sin señalar que genera un desierto de biodiversidad por un lado, y por el otro induce la aparición de supermalezas resistentes, para eliminar las cuales hay que fumigar cada vez mayor cantidad de agroquímicos. Además, tanto el algodón como la soja transgénica tienen como finalidad principal la lucha contra insectos, y no la resistencia al glifosato.
En cuarto lugar el editorial engaña o miente cuando dice que un Consejo de Expertos del Conicet hizo saber que el herbicida utilizado bajo las normas establecidas, no acarrea riesgos para la salud humana. El trabajo a que hace referencia este comentario, termina sus conclusiones diciendo:
Aunque existen estudios para evaluar los impactos del glifosato en las especies no blanco, la mayoría de ellos no considera importantes aspectos ecológicos. Entre ellos, los impactos indirectos, los acumulativos, los de largo plazo, ni las reacciones sinérgicas que el agroquímico puede tener en el ecosistema y en las redes tróficas.
En Argentina no existen suficientes datos sobre los efectos del glifosato en la salud humana, por lo cual sería importante promover la realización de los estudios pertinentes.
También es espurio el ataque contra Andrés Carrasco, sin nombrarlo, ya que en ningún momento invalidan sus investigaciones. Sino que los ataques se refieren a lo poco ético de publicar un trabajo preliminar, cuando en realidad lo poco ético hubiera sido no publicarlo, dados los resultado obtenidos sobre los daños que causa el glifosato.
Finalmente, manifiesta que de extenderse las prohibiciones, perderán los propietarios de las tierras vecinas de los pueblos por la desvalorización que sufrirán sus campos, perderá la cadena productiva, el propio gobierno y la sociedad toda.Engaña aquí nuevamente el editorial, ya que sólo perderán los que cultivan utilizando pesticidas; esas tierras se podrán recuperar para la variedad productiva, como por ejemplo, con huertas y tambos, y para recuperar soberanía alimentaria. No perderá la sociedad, ya que ganará en salud, en calidad de vida, en sostenibilidad ambiental, social y económica.
El editorial de La Nación pretende sembrar confusión en sus lectores, faltando a la verdad u ocultando información, tanto de sobre los conceptos como de los datos que proporciona, abusando de su posición periodística dominante.
Ing. Claudio Lowy
www.renace.net
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